A principios de 1943, tras su aplastante derrota en el Alamein, el Afrika Korps se retiraba hacia Trípoli perseguido por los británicos. Hitler quería que dejara de retroceder y se enfrentara al Octavo Ejército en una batalla épica en la que resultara aniquilado sin haberse rendido. Por suerte para Rommel, Kesselring había ordenado ocupar Túnez como parte de la preparación para defender la península Itálica de la previsible invasión aliada. Este limes africano daba al Afrika Korps una alternativa al suicidio colectivo. Cuando llegó a Trípoli, en lugar de quedarse a organizar “un Stalingrado alemán” como le pedían desde Berlín, Rommel se dirigió rápidamente a Túnez.
La supervivencia del perímetro tunecino, al mando de Von Arnim, estaba amenazada por la pinza que formaban el Octavo Ejército británico avanzando desde el este y el Primer Ejército estadounidense avanzando desde el oeste. Conociendo a Montgomery, estaba claro que tardaría semanas en abandonar Trípoli por lo que la urgencia estaba en el oeste. Los estadounidenses ultimaban el acopio de las miles de toneladas de suministros que requería su forma de hacer la guerra y pronto estarían listos. Su centro logístico estaba en Tebesa, al borde de la meseta argelina cerca del nacimiento de una serie de valles que dan acceso a la llanura costera. Rommel quería atacar por uno de ellos, apoderarse de los suministros de Tebesa y luego utilizarlos para una ofensiva en profundidad aprovechando que la meseta argelina favorecía la guerra de movimiento. Von Arnim quería cerrar los valles para evitar que los estadounidenses accedieran a la llanura costera. No se pusieron de acuerdo y se dirigieron al encuentro de los estadounidenses para decidirlo sobre la marcha.
La batalla del Paso Kasserine
La Primera División Acorazada estadounidense había descendido por los valles, tomando posiciones avanzadas sobre la llanura costera. Fue arrollada y los restos de sus unidades se retiraron dejando sobre el terreno vehículos, suministros y combustible. Ziegler, el subordinado de Von Arnim, asignó sus dos divisiones Panzer a tapar los valles pero Rommel ya había puesto su vista en el más grande de ellos, el que sería llamado por la historiografía militar el paso Kasserine, cuya cabecera estaba a un tiro de piedra de Tebesa con su precioso combustible. Discutieron y Kesselring en persona acudió para escuchar a Rommel y decidir entre las dos alternativas. Lo vio agotado y enfermo pero se dejó convencer por él y autorizó el ataque hacia Tebesa por el paso Kasserine.
Al mediodía del 20 de febrero, los granaderos alemanes y la infantería italiana, tomaron al asalto las dos colinas que flanquean la estrecha entrada al valle. A continuación, la Duodécima División Panzer arrolló las defensas que bloqueaban la carretera. Más allá de la entrada, el valle se ensancha y se convierte en una llanura algo accidentada pero suficientemente lisa como para que los tanques pudieran maniobrar. Los Panzer IV la limpiaron rápidamente y al anochecer llegaron a las escarpaduras de la cabecera, al pie de la meseta. La Décima División Panzer trató de forzar el acceso a la meseta a través de un valle lateral pero solo llegó hasta la pequeña aldea de Thala, donde una veterana brigada acorazada inglesa la detuvo.
Rommel tardó todo el día 21 en asumir que el avance hasta Tebesa era imposible. La cabecera del valle principal era demasiado abrupta para ser tomada en un asalto blindado. Quizás el Rommel de unos años antes hubiese mandado todas sus fuerzas a Thala y quizás si lo hubiera hecho, estas se habrían abierto paso. No sabemos si lo consideró mientras recorría el valle bajo el fuego disperso de la artillería estadounidense de largo alcance, a la que los observadores sobre los riscos inaccesibles que cerraban el valle por la izquierda daban una precisión muy molesta. Al amanecer del día 22, los estadounidenses descubrieron que los alemanes se habían ido durante la noche y el valle estaba vacío.
Habiendo golpeado a los estadounidenses, era tiempo de ocuparse del otro lado de la pinza. Tras asegurar Trípoli y reparar el puerto, Montgomery avanzó por la carretera de la costa hasta Medenine y se instaló allí para preparar el ataque sobre las posiciones estáticas alemanas, unos kilómetros al norte. Rommel estaba entusiasmado. El dispositivo británico se estaba construyendo orientado hacia al atrincheramiento germano y su flanco izquierdo estaba desprotegido. Durante una semana, su estado mayor preparó minuciosamente el movimiento de cada unidad durante el flanqueo. Tres divisiones acorazadas avanzarían utilizando la pequeña cordillera litoral como pantalla, la cruzarían cada una por un paso y caerían sobre la línea enemiga desde el flanco en una trayectoria convergente.
Del paso Kasserine a la batalla de Medenine
Al amanecer del 6 de marzo, una niebla especialmente espesa cubría la zona de Medenine. Las tres divisiones Panzer cruzaron los pasos y se lanzaron a ciegas por la llanura a toda velocidad, mientras la infantería salía del atrincheramiento y simulaba un ataque frontal. Cuando los tanques estaban a medio camino de sus objetivos, la niebla desapareció. Los comandantes pudieron ver las líneas enemigas sobre unas pequeñas colinas rocosas. No parecía haber actividad alguna. Siguieron acercándose sin que se disparara ni un solo tiro. Sorprendidos, los comandantes especularon que quizás tenían en frente soldados novatos que habían abandonado sus puestos o que estaban paralizados por el terror al verse en la trayectoria de un ataque Panzer. Cuando los primeros tanques estaban ya muy cerca, todos los cañones británicos dispararon a la vez. No solo los que estaban a la vista, sino muchísimos más que habían permanecido camuflados. En total había 470 cañones antitanque disparando a bocajarro y más de 300 de largo alcance haciéndolo desde más atrás. Dientes de dragón y campos de minas cubrían los posibles flanqueos. La masiva erupción paralizó el ataque mientras los carros de la vanguardia explotaban uno tras otro. El ataque se detuvo y los tres comandantes de las columnas aguardaron órdenes de Rommel. Los tres focos de la defensa hacían frente casi exactamente a las tres puntas del ataque.
Rommel observaba la escena desde los altos de Halouf, que dominaban el campo de batalla. Los testigos lo vieron agarrotado y con aspecto de estar muy enfermo, mirando con los ojos desenfocados la increíble violencia desencadenada de forma tan súbita como inesperada. Fue incapaz de reaccionar y sus comandantes esperaron órdenes en vano. Decidieron por su cuenta reanudar el ataque pero la respuesta inglesa fue igual de violenta. Los atacantes se retiraron antes del anochecer dejando sobre el terreno un tercio de sus tanques y una alfombra de cadáveres. Por suerte para los alemanes, tal como era característico en Montgomery, no hubo transición defensa-ataque sino que el Octavo Ejército dedicó la noche a reforzar las posiciones. Pocos días después Rommel era evacuado a Europa gravemente enfermo y en un estado de total postración. Nunca volvería a África.
Uno de los recursos narrativos con más fuerza dramática en la literatura y en el cine, es someter al protagonista a súbitos cambios de fortuna. Las batallas del Paso Kasserine y Medenine representan un caso extremo. En apenas quince días, Rommel pasó de una victoria modesta pero vistosa a una derrota catastrófica e irreversible. Contrariamente a lo que dictaría la lógica, mientras que en el paso Kasserine la improvisación condujo a un pequeño éxito, en Medenine la preparación exhaustiva y la cuidadosa ejecución produjeron un desastre definitivo. En la antigüedad clásica se habría justificado este cambio de fortuna en la maledicencia de Hera o la desidia de Ares. Hoy sabemos que los que sellaron el destino de Rommel en África no fueron dioses sino humanos.
El poder de la improvisación
A partir del desciframiento de Enigma al principio de la guerra, los ingleses habían desarrollado un sistema completo de monitorización que podía controlar hasta el detalle más nimio del ejército alemán. La intercepción de los mensajes Fish de teletipo entre los estados mayores daban el contexto para comprender los mensajes Enigma a nivel de división, mientras los Dobles Playfair o los códigos tácticos terminaban de dibujar los detalles. Este desciframiento integral de las comunicaciones alemanas permitía controlar las unidades en tiempo real hasta el nivel de batallón.
Las reuniones presenciales y la improvisación habían protegido a los alemanes en el paso Kasserine. La comunicación por adelantado a todas las unidades del plan de batalla, había resultado mortal en Medenine. Montgomery situó la defensa con tal meticulosidad que muchos subordinados de Rommel se preguntaron cómo era posible que el Octavo Ejército hubiera cambiado súbitamente su orientación para adoptar una formación defensiva tan idealmente situada para contener el ataque del Afrika Korps. Por suerte para los aliados, los expertos y los oficiales de inteligencia alemanes negaron una vez más que Enigma fuera vulnerable.
¿Enigma? Esa es la bobada de la propaganda británica. Lo que ocurrió fue que, como en tantas otras ocasiones, Wilhelm Canaris comunicaría a los Aliados los planes alemanes de ataque. Desde el 38, más o menos, Canaris estaba horrorizado por las masacres que ordenó Hitler a los escuadrones de la muerte en centro-Europa y comenzó a conspirar para derrocar al loco y llegar a una paz con las potencias beligerantes. La clave está en Canaris, no en el código de Enigma, bueno para unidades de U-Boot en el Atlántico, ineficaz para el tipo de ofensiva global de la que usted habla. Investigue siempre a Canaris.
Muchas gracias por su comentario.
Lleva usted razón en que Cannaris es un personaje muy interesante y que el estudio de su biografía y de su trágico final son imprescindibles para entender la relación ambivalente entre el establishment militar alemán y el delirio milenarista Nazi. Es un tema que me ha fascinado siempre y que debe empezar con el estudio de los orígenes de la cultura militar prusiana en las campañas de Federico II, seguir con una reflexión sobre el uso de la fuerza por Bismarck en la unificación alemana, detenerse a estudiar la metabolización patológica de la derrota en la Primera Guerra Mundial (Luddendorf y el Freikorps) para finalmente poder analizar la interacción entre el alto estado mayor alemán y el partido nazi desde la caída de la República de Weimar hasta la desaparición del Tercer Reich. La tradición prusiana de la acción militar como fundamento de la política exterior junto con la necesidad de Hitler de disponer de una fuerza fáctica que le permitiera implementar su refundación macabra de la especie humana, propiciaron una fascinación mutua entre los nazis y los generales que se fue deteriorando con el tiempo hasta llegar al extremo de los sucesos del verano de 1944.
Sin embargo, y por fascinante que nos pueda resultar está temática, la historiografía es una ciencia y debe seguir las reglas del método científico. La existencia de Bletchley Park y el resto de instalaciones dedicadas al descifrado de las comunicaciones alemanas (principalmente Fish y Enigma) está masivamente documentada a través de testimonios presenciales y objetos de arqueología contemporánea. Estas evidencias permiten construir un relato coherente y articulado de muchos episodios de la Segunda Guerra Mundial que en caso contrario resultarían incomprensibles. En cambio, no existe ni una sola evidencia de que Cannaris suministrase a los aliados información sobre los planes de las unidades alemanas. Por tanto, sin descartarla, hemos de considerarla menos verosímil que la otra.